Crucero de lujo en el corazón del Amazonas
De
todos los ríos que hay en la Tierra, el Amazonas es el que mueve un mayor volumen de
agua. Según los científicos, descarga al Océano Atlántico unos 200.000 metros
cúbicos por segundo. Para hacernos una idea, una piscina mediana de un chalé
puede contener 80 metros cúbicos. Es decir, ¡el Amazonas podría llenar en solo un
segundo 2.500 de estas piscinas!

La Reserva Nacional Pacaya-Samira, situada en lo
más profundo de la selva tropical húmeda, va a ser el escenario por el que nos
movamos los próximos cuatro días. Con sus 20.000 km² en los que sólo viven unas
30.000 personas (1,5 hab./km²), es un lugar privilegiado para ver la naturaleza
en todo su esplendor. Aquí sólo se puede llegar por vía fluvial. La
ciudad más cercana con aeropuerto es Iquitos, que merece un
capítulo aparte. Durante años fue junto con Manaos la capital mundial del
caucho, y hoy languidece entre la añoranza y la miseria.
ASÍ ES EL BARCO
En
el pequeño pueblo de Nauta, a unos 100 km. de Iquitos, subimos a bordo del flamante M/N
Aqua, un curioso barco de tres pisos, 39,80 metros de eslora y
7,30 de manga, que en medio de la selva se me antoja como un extraño vehículo extraterrestre fuera de contexto. Los
dos primeros pisos están ocupados por las habitaciones, doce en
total, todas ellas exteriores y el restaurante. En el superior está el bar que
hace las veces de salón de reuniones, y una cubierta al aire libre protegida
por una carpa blanca. Llaman especialmente la atención las ventanas de las
habitaciones, grandes, con visillos blancos, que dan al barco la apariencia de
un chalé de lujo flotante.

IGUANAS, CAIMANES, ANACONDAS
La
primera reunión, en la cubierta superior, es para conocernos pasajeros (24) y tripulación (21),
para una pequeña charla de seguridad sobre la eventual utilización de lanchas y
chalecos salvavidas (en la mente de todos una palabra que nadie nombra:
Titanic) y para que los guías, gente preparada, culta y amabilísima, nos
adelantaran que estos viajes siempre son diferentes, y que no se puede calcular
qué animales vamos a avistar. Osos perezosos, iguanas, oropéndolas, caimanes,
hoatzins, monos, anacondas, hasta jaguares nos están esperando, que podamos
verlos es otra cosa. Pasamos luego al comedor en el que se nos sirve una cena
digna de un cinco tenedores basada en la moderna cocina peruana, una de las
mejores del mundo.
A
la mañana siguiente inauguramos las excursiones. Después de toda una noche de
navegación mientras dormíamos llegamos a las inmediaciones del pueblo de Magdalena en el que sólo viven diez
familias. El Aqua echa el ancla y vamos hasta la orilla en barcas
con motor. Para comer volvemos al barco. Nueva excursión por la tarde y cena a
bordo. Algunos días excursiones nocturnas para ver la fauna a la luz de la
luna.
Esta
será la «rutina» diaria apta para todos los públicos. Pequeñas caminatas por la
selva, avistamiento de animales, encuentros con los
lugareños, pero siempre vuelta al barco para comer de primera, ducharse como
señores y dormir a pierna suelta para estar en forma para la siguiente
actividad.
Fuente: www.abc.es/viajar/peru
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